En los últimos años venimos oyendo que se está dando un fuerte incremento de violencia filio parental en los hogares españoles, afirmando algunas fuentes que entre el 7-10% de las familias españolas sufren este tipo de violencia. No obstante, ¿se trata realmente de una tendencia ascendente en esta última época o es una problemática que existe desde siempre? Las redes sociales y el acceso a todo tipo de fuentes de información nos permite conocer noticias procedentes de cualquier parte del mundo con una inmediatez nunca vista, y titulares como estos: “Detenido un joven por agredir, encerrar y rociar con spray antimosquitos a su abuela” (Noticias Cuatro), “Una madre denuncia a su hijo de 23 años por insultarla y maltratarla durante años” (El Mundo) o “Un menor intenta matar a sus padres para quedarse su dinero” (El País) pueden hacernos pensar que, en efecto, estamos viviendo una crisis en la crianza y educación de nuestros hijos.

Pero lo cierto es que esta problemática intrafamiliar ha existido y existe desde siempre. El sentimiento de vergüenza o fracaso por parte de los progenitores es lo que, en la mayor parte de los casos, hace que no se denuncien estas situaciones y se intenten mantener ocultas, tratando de sobrellevarlas en la intimidad del hogar. Por otro lado, la negación por parte de la familia de la situación de violencia en el hogar es un factor muy relevante para explicar el mantenimiento de la conducta violenta. En este sentido, a través de numerosos estudios se ha comprobado que los progenitores suelen permitir y tolerar altos niveles de violencia por parte de sus hijos antes de tomar medidas que impliquen sacar a la luz este problema e implicar a terceros para buscar una solución. Precisamente es este entorno de negación y encubrimiento, de mantener escondida una violencia intrafamiliar que afecta a todos los miembros de la familia y que, lejos de ser circunstancial y desaparecer con el tiempo, se consolida. Este hecho es lo que hace que, una vez que se denuncia y se busca ayuda a los servicios jurídicos y sociales, el nivel de gravedad de la situación es tal que se vuelve muy compleja la intervención psicológica del menor y de la familia.

Pero, ¿a qué nos referimos concretamente cuando hablamos de Violencia Filio Parental? En 2006 se introduce el término “Violencia Filio Parental” para describir las conductas reiteradas de violencia física, psicológica (verbal o no verbal) o económica, dirigida a los progenitores o a aquellos adultos que ocupan su lugar (SEVIFIP).

Un aspecto importante a tener en cuenta en este tipo de violencia es que el poder, el control y el dominio de la situación es el principal objetivo, no tratándose puramente de la intención de causar daño, sino que el hijo quiere conseguir lo que quiere sin tener en cuenta la figura de autoridad de sus progenitores, rompiendo con ello la dinámica de convivencia familiar (Aroca y Bellver, 2013).

Si tratamos de buscar características que definan el perfil del menor agresor podemos resaltar algunos aspectos como las dificultades de aprendizaje y/o adaptación escolar que presentan; personalidades dependientes con baja autoestima y falta de empatía, además de con altos niveles de agresividad (Ibabe, Jaureguiza y Díaz, 2007). Por otro lado, se puede destacar una alta frustración (especialmente causada por sus escasas habilidades para conseguir sus objetivos) y baja tolerancia para soportar esta sensación. Antes de continuar es preciso incidir en que ninguna de estas características es determinante ni excluyente. En cuanto al género, si bien es cierto que se aprecia mayor incidencia en menores varones, es cierto también que se dan mayores tasas de violencia psicológica y emocional en el género femenino (Ibabe y Jauregquiza, 2011).

Por otro lado, si dirigimos nuestra atención a las familias, tratando de buscar causas o factores clave, debemos señalar que el nivel socio-económico no es determinante (incluso detectándose una fuerte prevalencia en familias de altos recursos y con estudios universitarios los progenitores). En cuanto a los estilos educativos predominantes, parecen destacarse como variables relevantes la dificultad para establecer los límites y la sobreprotección hacia los menores, entre otros. Sumado a esto, es importante señalar, como afirman diferentes autores, que los hijos llevan a cabo conductas aprendidas en el entorno familiar o social más inmediato: El 80% de los menores que había sufrido u observado experiencias de violencia intra-familiar tenía alguna denuncia por agredir a sus padres (Ibabe, Jaureguiza y Díaz, 2007).

Pero no nos podemos detener únicamente en el análisis del entorno familiar, pues el grupo de iguales también es una variable con fuerte peso en la aparición de conductas violentas de los hijos hacia sus progenitores. Hay estudios que determinan una marcada relación entre adolescentes que han sufrido agresiones por parte de su grupo de iguales y que, para compensar los sentimientos negativos que esto les produce, reaccionan de forma violenta en el entorno familiar (Cottrell y Monk, 2004).

Si queremos seguir buscando “culpables” de este tipo de conductas podemos pensar en la existencia de trastornos psicológicos o emocionales, no obstante, hay que decir que estudios realizados desde este enfoque tampoco han sido concluyentes, ya que es difícil dirimir si los trastornos psicológicos mayormente vinculados a este tipo de problemática (la ansiedad y la depresión serían los componentes esenciales de estos trastornos) son previos y, por lo tanto, la causa o motores de la violencia filio parental o si, por el contrario, son manifestaciones de la conducta directamente relacionadas con el entorno y la relación intrafamiliar instaurada por otras muchas variables determinantes.

Así pues, y tras una somera revisión de factores, variables y características tanto de los menores agresores como de sus progenitores y entornos sociales, podemos decir que no hay una única causa ni un único motivo por el que la violencia filio parental emerja y se instaure en un hogar, generando, las más de las veces, un profundo deterioro en el núcleo familiar.

En el momento que se denuncia un caso de violencia filio parental se ponen en marcha una serie de dispositivos y protocolos que buscan no sólo el frenar esa situación, sino el establecer medidas correctivas para evitar su reaparición. Pero como paso previo al proceso judicial se lleva a cabo la mediación familiar, método alternativo dirigido por profesionales psicólogos expertos que, a través de diferentes estrategias que promueven un entorno abierto a la comunicación y el entendimiento entre las partes, buscan el establecimiento de compromisos y con ello la resolución del conflicto. Lamentablemente, muchas veces la gravedad de la situación intrafamiliar cuando interponen la denuncia es tal, que la mediación ya no es posible y, en estos casos se lleva a cabo el juicio, siendo la medida más solicitada la de libertad vigilada, que suele incluir la obligación de residir en un lugar distinto al domicilio familiar.

A modo de conclusión, atendiendo a todo lo arriba expuesto, podemos afirmar que más allá de las características personales de menores y progenitores, al margen de las variables ambientales, los estilos educativos o las situaciones socio-económicas de las familias, es fundamental el tomar conciencia de la situación y reaccionar de manera inmediata en el momento que se perciba alguna actitud o conducta agresiva en el menor. Una detección temprana y una intervención terapéutica a tiempo se convierten en los aspectos clave para evitar que casos de violencia filio parental se establezcan, consoliden y acaben en los juzgados.

 

Patricia Díaz Carracedo

Psicóloga – Perito Judicial en Psicología Forense

Experta en Psicoterapia Familiar y Mediación