El divorcio o la separación, en la mayoría de las ocasiones, provocan un profundo impacto en la familia y en cada uno de sus miembros por la necesidad de modificación de la estructura familiar, pudiendo generar en algunas personas sentimientos devastadores (ira, cólera, venganza) que, de no controlarse, pueden desencadenar comportamientos peligrosos (De la Cruz, 2008).

En este sentido, el ajuste psicológico de los cónyuges va a influir directamente en su actitud frente al conflicto, así como en su forma de resolverlo, lo cual cobra especial relevancia cuando existen hijos de por medio, en la medida en que dicha forma de resolución puede implicar protección o desprotección de los mismos durante y después del proceso de separación, con su consecuente repercusión sobre el bienestar de los niños.

Es por ello que en los casos de divorcio conflictivo con disputas por la custodia de los menores, resulta fundamental una adecuada evaluación psicológica de ambos progenitores, a fin de facilitar la labor de decisión al juzgador en cuanto a la capacidad de cada uno de ellos para proveer a los niños de unos cuidados adecuados, sabiendo identificar y atender sus necesidades afectivas y manteniéndolos al margen del conflicto conyugal.

Dicha evaluación psicológica ha de ser capaz de arrojar luz sobre varios aspectos clave que van a permitir predecir el grado adecuación de la medida que finalmente decida adoptarse, tales como:

  • Personalidad y ajuste psicosocial de los progenitores. Este aspecto es relevante en la medida en que nos permite valorar la capacidad de afrontamiento y de adaptación al cambio de los progenitores, así como conocer los recursos sociales con los que cuentan, que van a facilitar este proceso de readaptación post-divorcio, reduciendo la probabilidad de fenómenos poco deseables, como la llamada “parentificación” (sobrecarga emocional de los menores, que tiene lugar cuando los progenitores tratan de apoyarse en los hijos, debiendo asumir éstos últimos una responsabilidad mayor de la que corresponde a su edad y madurez).
  • Actitudes y estilo educativo. Se trata de la forma que tienen los padres de inculcar valores y enseñar normas de conducta a sus hijos, así como del grado de concordancia entre los progenitores en esta cuestión. Este aspecto resulta importante por cuanto, además de permitirnos conocer la capacidad o grado de idoneidad parental de cada uno de los progenitores, también es una fuente indirecta de información en cuanto al riesgo de conflictos por las posibles discrepancias entre los padres en cuanto a la educación de los hijos.
  • Adaptación personal, familiar y socio-escolar de los hijos. En este punto se recoge toda la información relativa a los menores, pudiéndose realizar a partir de la información proporcionada por los propios progenitores y otras fuentes de información (familiares, centro escolar, etc.), o bien a partir del autoinforme de los propios niños, cuando cuentan con edades más o menos avanzadas. Este aspecto, junto con el siguiente, nos va a permitir valorar la repercusión del divorcio en los menores, así como detectar situaciones que requieren una especial atención por su gravedad, como son los casos de conflictos de lealtades y/o de alienación parental.
  • Historia y dinámica familiar. Se trata de las pautas de relación familiar pre y post-ruptura, tanto a nivel interparental, como a nivel parentofilial. Este aspecto es clave de cara a valorar el grado de conflictividad entre los progenitores, así como el nivel de interferencia de dicha conflictividad en la relación entre los progenitores y los hijos, y va a determinar en gran medida la viabilidad de una custodia compartida, así como la conveniencia de medidas extrajudiciales encaminadas a reducir el conflicto conyugal, como la mediación.
  • Contexto socioambiental e infraestructura. Incluye la valoración de otros aspectos no psicológicos (tales como la vivienda, los cambios que comporta cada opción de custodia, los recursos económicos de cada uno de los progenitores, etc.), que van a determinar la viabilidad práctica de la alternativa de custodia.

 

Todo lo anterior se traduce en una evaluación completa del contexto familiar, que nos va a facilitar la tarea de asesoramiento al órgano juzgador, y, en última instancia, va a hacer posible adaptar la resolución judicial al contexto familiar concreto, siendo más probable la efectividad y continuidad de las medidas adoptadas en cuanto a opciones de custodia y regímenes de visitas, y previniendo el “enquistamiento judicial” del proceso.

Así pues, por todo lo anterior, el informe pericial psicológico se ha convertido en un instrumento de suma utilidad en los procesos judiciales de divorcio con custodia, siendo cada vez más frecuente su demanda tanto por parte de los propios progenitores, como por parte del órgano juzgador.

 

Referencias:

De la Cruz, A. C. (2008). Divorcio destructivo: cuando uno de los padres aleja activamente al otro de la vida de sus hijos. Diversitas, 4, 1.

 

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Cristina Robles Mínguez

Psicóloga Forense – Perito Judicial en Psicología

Experta en Psicología Familiar

Madrid